Como sabemos, algo típico de la humanidad es el echar la culpa por nuestros errores a otras personas. En el otro equipo están los malvados y el nuestro no hace nada mal. Así, es refrescante encontrar a líderes quienes asumen la responsabilidad por sus acciones. La siguiente Declaración ¨Honduras entre crisis y esperanza¨ inspira precisamente porque sus autores, líderes cristianos en Honduras, aceptan responsabilidad por unos de los males de su país. Reconocen que han sido cómplices, por sus acciones y sus omisiones, cuando líderes gubernamentales han practicado corrupción y han hecho gran daño al pueblo. Aunque señalan la responsabilidad de otros (oficiales del gobierno, las pandillas, influencias internas y externas) admiten su propia participación. Asi, que lean su madura Declaración y que reciban el ánimo de sus palabras para seguir adelante!
HONDURAS ENTRE CRISIS Y ESPERANZA – DECLARACIÓN FRATERNIDAD TEOLOGICA LATINOAMERICANA – CAPITULO HONDURAS
La Fraternidad Teológica Latinoamericana es una asociación integrada por hombres y mujeres evangélicos comprometidos con la vida y misión de Dios en América Latina. Reunidos los núcleos locales de la FTL.-, Capítulo de Honduras, emitimos esta declaración sobre la situación crítica que vive nuestro país. Hacemos esta declaración desde una perspectiva de esperanza en medio de la frustración, la decepción y la confusión que vive una parte significativa de la población hondureña y además, conscientes de la necesidad de reformar la participación evangélica en la vida nacional.
LA HONDURAS EN QUE NOS TOCA VIVIR
Nos toca vivir en una Honduras con niveles de pobreza alarmantes que afectan a más de la mitad de la población. A la par tenemos altas tasas de desempleo y subempleo, poca producción, consumismo y encarecimiento de la canasta básica. Los monopolios, avaricia y un alto endeudamiento están esclavizando a los ciudadanos. Hay deterioro y mínimo acceso a los servicios básicos de salud, educación y seguridad. Este panorama de pobreza generalizada contrasta con el enriquecimiento desigual y muchas veces ilícito de algunas minorías del país. Nos toca vivir en una Honduras contada entre los 14 países con mayor desigualdad, ocupando el sexto lugar en el mundo y el primero en América Latina. Nos toca vivir en una Honduras donde los asesinatos, el sicariato, el narcotráfico, el tráfico de armas, las maras y la violencia en los medios de comunicación han contribuido grandemente a establecer una cultura violenta aprendida desde tempranas edades. La emigración, provocada por la violencia y la pobreza, se acrecienta a pesar de las dificultades, peligros y barreras. Nos toca vivir en una Honduras donde la corrupción y la impunidad son un dúo maligno que ha infiltrado desde las estructuras gubernamentales, privadas y a nivel de los ciudadanos comunes, devorando poco a poco las vidas y las instituciones de nuestro país. Es imposible ignorar los escándalos y robos en las instituciones estatales todavía no resueltos, como el desfalco del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS). Además preocupa la secretividad en el manejo financiero del Estado, el involucramiento de funcionarios en el narcotráfico y otros casos más que muestran la negligencia e ineficiencia del sistema de justicia hondureño. Nos toca vivir en una Honduras donde la falta de confianza en el sistema de justicia desespera y lleva a los ciudadanos a tomar acciones por su cuenta. La corrupción se percibe como un pecado del Estado, pero falta conciencia de que la corrupción personal y colectiva alimenta la corrupción estatal. Nos toca vivir en una Honduras donde la Constitución y las leyes son irrespetadas continuamente por gobernantes y gobernados, llevándonos a un Estado debilitado, corrupto y falto de credibilidad. Nos preocupa la gobernabilidad del país, donde la institucionalidad y la democracia se han debilitado progresivamente, donde la independencia de poderes se ha perdido y se ha puesto a disposición de grupos de poder. Las nuevas generaciones de políticos se están desarrollando en un medio donde el respeto a la ley es relativo y eso es muy grave. Nos toca vivir en una Honduras donde los ciudadanos están siendo reprimidos y tratados con violencia desproporcionada por las instituciones del Estado cuando se manifiestan contra lo que consideran violación de la Constitución e irrespeto a su voto. La crisis crónica que vivimos se ha amplificado extraordinariamente por el manejo lamentable de los resultados electorales recientes, por la percepción generalizada de manipulación y fraude (Salmo 101:7). Esto ha desencadenado una reacción indignada de amplios segmentos de la población, adoptando la desobediencia civil y aún la insurrección. Preocupa que no se visualice la existencia de mediadores nacionales de reconocimiento y respeto para coordinar diálogos y pactos creíbles que ayuden a la estabilidad del país.
LA IGLESIA QUE HEMOS SIDO PARA HONDURAS
Reconocemos que los evangélicos desarrollamos muchos proyectos dirigidos a los pobres y vulnerables, pero hemos omitido la exigencia para que el Estado asuma la responsabilidad de coordinar las acciones que apunten a las causas de la pobreza y la injusticia. Reconocemos que los cristianos hemos sido poco enseñados sobre el ejercicio y manejo del poder. En general hemos mostrado una conducta escapista escudada en versos de la Biblia fuera de contexto. Se nos olvidó que si bien el ciudadano cristiano tiene deberes como respetar y orar por las autoridades gubernamentales, también tiene el derecho de reclamarles que gobiernen con justicia, rectitud y bondad (Romanos 13) Reconocemos que muchos cristianos evangélicos se han involucrado en la política hondureña en las últimas décadas, pero reconocemos que lo han hecho sin preparación, sin hacer la diferencia, con pobre impacto y confundiendo los conceptos de política, partidarismo y Reino de Dios. La confusión y tergiversación de esos tres ámbitos ocurre por una lectura efectuada por filtros teológicos sesgados sobre Iglesia, sociedad y ciudadanía y resulta en una participación que nos avergüenza. La experiencia reciente muestra ejemplos de grupos y personas evangélicas que alcanzaron posiciones de poder pero que han dejado un mal testimonio por su involucramiento en actos como el clientelismo político y trafico de influencias entre otros. Reconocemos que los cristianos necesitamos profundizar en nuestra responsabilidad ante la sociedad pero sin perder la sensibilidad y la postura firme ante lo malo (Habacuc 1:2-4). Antes que ser seducidos, debemos recordar que el verdadero poder de la Iglesia está en el poder transformador del Espíritu Santo, no solamente al hecho que sus miembros accedan al poder gubernamental. Hemos comprobado con tristeza que mientras más buscamos el poder es cuando realmente lo perdemos. Estamos convencidos que la enseñanza de Jesús nos debe conducir a transformar nuestra sociedad con el poder del amor y evitar la tentación del amor al poder. Nos apena que en los últimos procesos electorales han surgido autodenominados “profetas” que han vaticinado quien sería el ganador de las elecciones, aunque interesantemente han proclamado diferentes ganadores. Al escudriñar las Sagradas Escrituras, encontramos que la labor del profeta va más allá de predecir el futuro; su rol se enfoca en la denuncia, el reclamo por la justicia, el llamado a que los líderes y el pueblo no dejasen de poner a Dios y Sus mandamientos primero. Los profetas bíblicos también recordaban a los gobernantes que no abusaran de los privilegios del poder. “Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios…” eso es lo que Dios nos ha dicho por medio de profetas (Miqueas 6:8). Es necesario discernir estos mensajes proféticos, que abundan estos días, sometiéndolos a las Sagradas Escrituras, que nos enseña a diferenciar los verdaderos de los falsos profetas.
PEDIMOS PERDON Y RETOMAMOS NUESTRA MISION Como cristianos evangelicos pedimos perdón a Honduras porque también hemos sido responsables de la corrupcion por acción u omisión. Poder hacer el bien y no hacerlo también es pecado. Hemos dejado que la seducción del poder y el acceso a financiamientos por parte del Estado comprometan nuestra función profética y orientadora independiente. Por lo anterior hemos perdído la oportunidad de ser instrumentos de mediación y paz. Con humildad retomamos nuestro llamado a orar, reflexionar y actuar por el bien de nuestro país. No podemos aspirar a la paz sino promovemos la justicia . Isaías 32:17 nos recuerda que “la paz es producto de la justicia “, y como ciudadanos estamos llamados a promover ambas de manera íntegra, haciéndolo en coherencia con los principios éticos y espirituales que nos rigen y viendo más allá de la confusión, del odio, la deseperación, la oportunidad politica y los intereses personales.
LLAMAMOS A REFORMAR LA IGLESIA Y RECONSTRUIR HONDURAS
a. Promovamos y vivamos la ética en el contexto eclesial y ciudadano La misión cristiana debe ser de contracultura, porque en un país en crisis, es necesario construir cultura de valores, paz, justicia, honestidad, legalidad y solidaridad. Estos valores incluyendo el servicio a los más necesitados deben ser promovidos y puestos en práctica por la iglesia, sin cansarnos de hacer el bien (Gálatas 6:9).
b. Combatamos la corrupción y la impunidad La cadena de la corrupción se debe empezar a romper en donde estén los cristianos. Su vida y su mensaje deben ser coherentes con la honestidad y la rectitud, a cualquier costo. Además, la labor profética verdadera de la Iglesia es denunciar la injusticia, la mentira y la maldad, venga de donde venga, tanto a nivel personal como estructural. Imitemos la misión de los profetas antiguos de Dios, la cual era confrontar los actos de corrupción de los que estaban en cúpulas de poder y espacios religiosos (Isaías 33:15-16). Nuestro papel es anunciar el llamado de Dios a arrepentirse del pecado de la corrupción y la injusticia. Hoy más que nunca, como iglesia necesitamos anunciar las buenas nuevas de salvación (1Pedro 2:9-10) y denunciar todo anti valor que este en contra de los principios y valores del Reino de Dios y su justicia (Mateo 6:33; Miqueas 6:8).
c. Construyamos la institucionalidad. Con frecuencia oímos que debemos someternos a las autoridades porque son puestas por Dios (Romanos 13), pero no leemos el mensaje completo y en su contexto, en el cual se nos llama a vivir en institucionalidad y gobernabilidad. El ciudadano respeta las autoridades, obedece la ley y aporta su trabajo y sus impuestos; pero por otro lado los gobernantes deben cumplir y hacer cumplir las leyes, castigando lo malo y fortaleciendo lo bueno. Por otra parte, es necesaria la separación de las funciones entre la Iglesia y el Estado, cooperando por el bien común pero sin interdependencia. El liderazgo y pueblo cristiano están llamados a desarrollar una incidencia con integridad, independencia y con mensaje y acción para guiar a la población de la crisis a la esperanza.
“Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los compasivos, porque serán tratados con compasión. Dichosos los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque el reino de los cielos les pertenece.” Jesús-San Mateo 5: 6-10 (NVI)
Tegucigalpa, Honduras, 25 de enero del 2018 https://www.facebook.com/FraternidadTeologica/